21.5.09

DESIGN


LAS CIUDADES INVISIBLES
The Invisible Cities
Exhibition from the Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) Madrid
Patio de Luces de la Diputación de Almería
Mayo-Junio 2006


Comisaria: Berta Sichel
Diseño: Elías Palmero
Montaje: Sprint Design (Almería)





“Para hablarte de Pentesilea tendría que empezar por describirte la entrada en la ciudad. Tú imaginas, claro está, que ves alzarse de la llanura polvorienta un cerco de murallas, que te aproximas paso a paso a la puerta vigilada por aduaneros que ya miran mal tus bártulos. Mientras no has llegado allí, estás fuera; pasas debajo de una arquivolta y te encuentras dentro de la ciudad; su espesor compacto te circunda…” (Italo Calvino. Ciudades continuas 5)

El asistente, de manera inevitable, deberá adentrarse entre lo cóncavo y lo convexo. Centro y periferia. Fuerzas centrípeta y centrífuga a la vez. Cóncavo y convexo son parte indisoluble de un mismo plano de manera inexorable:

“Hace horas que avanzas y no ves claro si estás ya en medio de la ciudad o todavía fuera” (Ciudades Continuas 5).

“Tal vez el mundo entero, traspasados los confines de Leonia, esté cubierto de cráteres de basura en interrumpida erupción, cada uno con su metrópolis en el centro” (Ciudades Continuas 1)

Contradicciones indisolubles de las sociedades contemporáneas. Imaginario conceptual inaugurado en la tradición occidental con la “ciudad de Dios” y la “ciudad terrenal” de San Agustín. Macrocosmos y microcosmos incluyentes-excluyentes del Neoplatonismo.

De lo global a lo local, bordeando lo mismo, sin saber distinguir —como las cabras del pastor— una ciudad de otra. En el juego de cóncavo-convexo, se tienen la sensación de que uno transita entre lo igual, que parte y regresa al mismo sitio.

El estrecho pasadizo entre los módulos B y C uno puede sentir en ese espacio agobiante, aprisionado, como entre el vertedero de Leonia y los otros vertederos; o…

”los lugares sin hojas que separan un pastizal de otro y donde las cabras se espantan en los cruces y se desbandan. El perro y yo corremos para mantener junto el rebaño” (Ciudades Continuas 4)

Frente a la pantalla 1, una silla, modelo años 60, como las que se apretaban en estrechas cocinas de los barrios “500 Viviendas”; una silla periférica, que invitará a sentarse tan sólo a una persona, o a ninguna, por timidez, por incomodidad, por no sabemos qué extraña sensación…

“No es que los movimientos me sean fáciles. En mi cuarto nos alojamos veintiséis: para mover los pies tengo que molestar a los que se acurrucan en el suelo, me abro paso entre las rodillas de los que están sentados en la cómoda y los codos de los que se turnan para apoyarse en la cama: todas personas amables, por suerte” (Ciudades Continuas 3).

Frente a la pantalla 2, un inmenso banco en el que pueden llegar a sentarse hasta 20 personas en perfecta “alienación·

Transitados los espacios y sus contenidos audiovisuales

— “Puedes remontar el vuelo cuando quieras —me dijeron—, pero llegarás a otra Trude, igual punto por punto, el mundo está cubierto por una única Trude que no empieza ni termina, sólo cambia el nombre del aeropuerto”.

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